CARTA DE LA COFADEH ANTE LAS MANIOBRAS JURÍDICAS QUE MANTIENEN LA IMPUNIDAD DEL CAPITÁN BILLY JOYA, COMANDANTE DEL BATALLÓN 316.
Por Bertha Oliva de Nativi, Coordinadora del Comité de Familiares de detenidos desaparecidos en Honduras (COFADEH)
El capitán Billy Joya debió haber sido un buen alumno en los cursos de "guerra psicológica" donde participo porque se ha logrado meter en las pesadillas -no en los sueños, porque estos los reservamos para nuestros seres queridos- de quienes sobrevivimos a la represión y violaciones a los derechos humanos de la década de los 80.
Durante muchos anos tuve la tentación de contestar en un articulo público las distintas agresiones y cinismo de que ha hecho gala el capitán Joya en contra de quienes formamos la familia del Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos en Honduras (COFADEH). Siempre resistí esa tentación por diversas razones, pero ahora necesito hacerlo.
Creo que decir lo que pienso del capitán Joya aliviara un poco la presión psicológica de que he sido víctima desde la desaparición de mi esposo Tomas Nativi, en 1981. En aquel operativo, que recuerdo tan bien, como también recuerdo a los oficiales perfumados que ejecutaron el operativo de secuestro de Tomas y Fidel Martínez.
Con los anos, formando parte del COFADEH, me he dado cuenta que muchas personas sintieron también la presencia del capitán Joya cuando fueron testigos de los temibles operativos del Batallón 3-16. Alguien dice que lo vio saboreando un sorbete mientras verificaba la captura de una joven. Es probable que en varios de esos relatos la impresión haya sido inexacta, pero no tenemos duda que el capitán Joya se convirtió en el símbolo de la locura del general Álvarez Martínez.
Ese simbolismo debió quizá haber sido compartido por otros oficiales, como el coronel Alexander Hernández, el coronel Daniel Bali Castillo o el coronel Juan López Grijalba, para citar unos cuantos oficiales involucrados hasta el cuello en la represión, pero el dudoso honor le correspondió al capitán Joya, por su propia y perseverante labor de rehuir la justicia.
Lamentamos que eso haya sido así, no por el, sino por sus hijos, su esposa y su familia, que, lo admitan o no, tendrán que cargar con la responsabilidad histórica de su apellido. ¿Habrá pensado el capitán Billy Joya lo que pensaran sus nietos o bisnietos cuando al estudiar la historia de Honduras lean el CAPÍTULO completo de las violaciones a los derechos humanos de los 80 y encuentren su nombre en los relatos de las victimas o en las confesiones de los protagonistas?.
Por más que le de una excusa ideológica o política a su actuación, no ha de ser fácil cargar con tanto dolor causado a mucha gente. Yo le puedo contar con nombres y apellidos los casos de madres y padres que murieron por la perdida de sus hijos o hijas en aquella guerra sucia. Ellos no resistieron ese luto insepulto que se lleva adentro, esa sensación que mezcla la agonía con una esperanza terca de poder recuperar algún día a su ser querido.
Y es que nosotras, contrario a su gente, capitán Joya, no renunciaremos a los recuerdos, no queremos padecer de amnesia. Guardamos sus fotos, sus cartas, la música que cantaban al calor de la familia o bajo la refrescante agua de la ducha. Tenemos impregnadas sus risas y sus miradas y eso nos ayuda a vivir. ¿Comprende, capitán, por que nos indignamos cuando usted nos pide olvidar?.
Nuestros recuerdos son muy distintos a los de ustedes, y lo sabemos. Hace poco los periódicos publicaron la noticia de un ex agente del 3-16 que se suicido, en un barrio de Comayagueela, clavándose repetidas veces un punzón para picar hielo en su cuerpo y en su cabeza. Contaron sus vecinos que era un hombre que pedía perdón por haber participado en tantas muertes de inocentes y que se había metido a un culto religioso para tratar de encontrar alivio -inutilmente - a su conciencia.
Capitán Joya, usted y yo sabemos que no es el primer caso de ese tipo. Hay quienes se arrepintieron y los mataron, otros confesaron lo que sabían a organismos de derechos humanos como el nuestro y pidieron asilo, algunos viven como en pena, entre la locura y el cinismo, buscando una religión como alivio, pero ninguno del 3-16 es normal, no se puede ser normal con tanta sangre derramada.
Ahora, usted de nuevo ha sido absuelto por un tribunal de alzada que considero que no había meritos suficientes para implicarlo en el asesinato de Hans Albert Madisson. Eso ya lo esperábamos, pero también sabemos que en el caso de nuestros desaparecidos la verdad llegara antes que la justicia y cuando eso pase, caerá por su propio peso la impunidad que lo protege.
Capitán Joya, usted ya esta condenado por la historia y la conciencia del pueblo hondureño.
Usted nunca llego a tener el poder del general Pinochet y mire al dictador como esta terminando sus últimos días.
Tarde o temprano habrá tribunales en el mundo que persigan a quienes se creyeron dioses para otorgar la vida o la muerte. Eso ocurrirá en la misma medida que nuestros jueces se empecinen en ignorar las evidencias, en desconocer el espíritu de la ley o en volverse cómplices de crímenes de lesa humanidad.
Lo nuestro no es sed de venganza, como usted suele decir capitán Joya. Lo nuestro es sed de justicia, es tratar de sentar precedentes jurídicos para que episodios históricos tan crueles no se repitan. Para que no haya más 3-16, para que no se permita que aparezcan nuevos generales tipo Álvarez Martínez, para que en nombre de la "democracia" no se formen monstruos de la tortura y para que sus hijos, capitán Joya, no tengan miedo de expresar sus ideas cuando crezcan, libremente, como debió ser con nuestros desaparecidos.